Hoy (bueno, je, este año) toca entrada sin dibujicos.
No soy una persona de lágrima fácil. Ni de hablar de temas personales en el blog (bueno, personal en un blog lo es todo, pero intento que sea relacionado con el rol). Pero qué pollas, de vez en cuando no está mal saltarse la línea editorial.
Hace poco más de tres años comencé con este blog. Me di cuenta hace unos días de casualidad, cuando al fin salió a la venta
Los Salones Verticales. Cuando empecé, tenía muy claro por qué lo hacía: algo se removía en mi interior rolero, algo que me invitaba a pasar de mero receptor a emisor. Además, había descubierto el juego de rol que, como pasa cuando eres joven con ciertas canciones, parecía que se hubiese creado para mí, como si Goodman tuviese mi careto en un portarretratos en su escritorio de la oficina. Y acababa de leer la que todavía considero la mejor aventura introductoria posible, y una de las mejores de todos los tiempos en general.
Last night a DM saved my life.Tres años después, como supongo que todo hijo de vecina hace de vez en cuando, releo algunas entradas y me entra así como entre vergüencica y ternura. Sigo sin tener muy claro el porqué de escribir un blog, pero puedo decir sin lugar a dudas que me ha cambiado la vida. No, no exagero. No el blog en sí, que leen cuatro gatos (¡y no me quejo! ¡Os quiero, cuatro gatos!), sino todo lo que ha propiciado en mí. Vivimos en una sociedad, en una época histórica, henchida de potencial (y cuál no, me podría preguntar alguien), en la que cada vez tenemos acceso a más información, tenemos la posibilidad de compartirla mejor, y de relacionarnos con gente que de otro modo nunca hubiéramos conocido. En la que crear, compartir, y conocer es más fácil que nunca.
Y yo, en lo que humildemente puedo, formo parte de una comunidad así. De una afición que se resiste a desaparecer, luchando con atractivos tan irresistibles como los videojuegos, las series, los juegos de cartas, el fútbol, y un largo étc. Una comunidad de gente que se reúne (cuando puede, je) para sentarse a una mesa y hablar. Porque no nos engañemos; no le pongamos ni le quitemos a nuestra afición nada: esto va de juntarse con peña y charlar. Y reírse, y comer guarradas, y tirar dados, y garabatear en una hoja. Pero también va de lo que hay que hacer antes (leer, informarse, escribir, prepararse ayudas de juego, seleccionar, filtrar) y de lo que a veces se hace después (escribir, leer más, preparárselo mejor, comentarlo en redes).
Por eso, cuando a veces al irme a la cama me pregunto por qué cojones sigo empleando horas en montar partidas, en escribir cuatro líneas para una aventura o para un blog, o en traducir un artículo, me acuerdo de todo lo que he conseguido al dedicarme a esto. Toda la gente que he conocido y a la que tanto admiro (demasiada como para ponerla aquí), gente que ha confiado en mí para proyectos alucinantes e ilusionantes (gracias, Velasco); probar los límites de mi creatividad, de mi humor, de mi frustración; en definitiva, valorar como se merece una actividad que es más grande de lo que muchas veces pensamos, pero a la vez sencilla y accesible.
Nos vemos en las TdN 2015...